River empieza a mostrar la mano de Gallardo, y le gano a Talleres por 1 a 0

River venció 1-0 a Talleres de Córdoba en un duelo de candidatos, en el marco de la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores 2024.

Deportes15/08/2024Clic SaltaClic Salta

El gol millonario fue a los 86 minutos mediante un cabezazo de Paulo Díaz, tras un tiro libre ejecutado por Nacho Fernández.

Si la suma de las individualidades construye un ente colectivo intangible al que se le puede decir equipo, entonces se comprende por qué en esa pulseada mental se la haya quedado River. No porque Talleres no haya hecho méritos: si se contempla el ping-pong, el antiguo score moral, el local por los centros cruzados podría haber lastimado más de una vez. O por alguna arremetida que no pudo controlar un fondo de doble estándar: por derecha se mostró infranqueable, por izquierda, demasiado permeable, impreciso. Sin ese vigor gallardista que en líneas generales apareció menos que lo esperado, pero en los momentos adecuados para ganar.
Paradójicamente el gol lo marcó Díaz, uno de los menos precisos en una noche que encontró a Talleres un tanto más cómodo desde el arranque. Pero que terminó emparejándose -e inclinándose, a fin de cuentas- por dos factores: la expulsión de Lucas Suárez por un pisotón de atrás a Bareiro la lectura que hizo su mente maestra, don MG, para recalcular a tiempo.

Porque el ingenio juvenil de Mastantuono -ingenioso para transformar hasta el pase más incómodo en un control oportuno, de a ratos quedaba neutralizada por el control tripartito, por momentos, que le proponía Talleres. Y porque el Diablito Echeverri, elocuentemente tocado por la pubalgia, apenas logró romper con sprints en velocidad y con campo a favor aunque terminó siendo rodeado por falta de socios que aceptaran su descarga. Porque Bareiro no fue nunca una opción apetecible -se le escurrieron pelotas que pudieron ser productivas- y porque al modelo, además, le falta rodaje.

Con los jóvenes talentos sin influencia, Gallardo buscó en el banco a dos sabios que ambicionan revalidar su status de históricos: Nacho Fernández y Manu Lanzini. El intercambio de fibra por tensión y concentración permitió que River jugara con una tranquilidad que Talleres quizás no tuvo. Con ellos, el Muñeco logró sostener -e incluso aumentar- la tensión pero propiciando un mayor juego de sociedades, ausente hasta ese enroque. Y el equipo se aplomó mientras su adversario, empujado por la ansiedad del inexperto, se volvió más largo y menos preciso.

La mente por encima del músculo. Antiguo axioma al que Gallardo apeló para irse de Córdoba con su primera victoria post regreso. Que lleva embebidas otras. Porque surtió efecto su estrategia de incorporaciones para ganar competitividad en la CL y consolidar a un fondo que venía padeciendo su irregularidad crónica. Es que Pezzella, su back central campeón del mundo, jugó con la medalla de Qatar colgada. Y además, Bustos no sólo entendió el rol defensivo del lateral derecho sino que rompió con pases tanto laterales filosos (para hallar a Echeverri solo y propiciar un remate de media distancia) o verticales, intentando generar un vínculo con Mastantuono.

En esa línea, la inclusión de Kranevitter fue tan determinante como la de los dos refuerzos. Cerebral al momento de comprender posicionalmente el partido, evitó que Moyano y Marcos Portillo congeniaran y se adelantó a casi todos los toques a Barticciotto. Un pleno que evitó que River quedara largo o falto de peso en una zona neurálgica.

Pero mientras eso no estuvo, sí apareció la mente. La cabeza del equipo y de Díaz para llevarse al Monumental un triunfo ídem, más pensado que friccionado. 

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